viernes, 27 de enero de 2012

Tempus fugit (Entre ángeles y bandoneones)

En el andén queda una mujer madura que, sin derramar ni una sola lágrima, ve partir una ilusión. En el tren va un hombre que silba, imperturbable, una cancioncilla repetitiva que habla de desiertos. Ella mira hacia el norte. Hace calor. El hombre saca un pequeño bandoneón y toca una canción muy triste. Son las diez. Ella recoloca su rubia melena y con ese gesto sacude toda su culpa y resentimiento. La mujer se va de la estación hacia su vida. El hombre escupe un gargajo espeso, repleto de fluidos que no le pertenecen, agua ajena y desperdiciada, ruido de pozo profundo y desconocido. Un ángel pliega sus alas, sordo, mudo, ciego, aguardando la magia que hubo entre ese hombre y esa mujer. Pero no llega, y el ángel despliega su murmurar de tomillo y espliego. Ellos lloran, los dos. Él oyendo su propia música y ella con sus palabras ahogadas. Y el tren que sigue su recorrido, sin dolor, sin alma, solo un tren... ¿Quien le dirá a ambos que no deben separarse? El tren ya partió, hace varias horas y la mujer duerme el olvido en su pétrea cama...
Cuando la niebla se haya despejado, ella mirará su reflejo en algún absurdo escaparate y él se verá devuelto en la ventanilla del tren. Mirará a su alrededor y entablará insulsa charla con los viajeros de su compartimento. Hará calor. Y seguirán siendo las diez. Entonces el ángel desplegará las alas, y en su batir inconexo, acariciará el aire que los dos respiran... Y se sabrán perdidos... para siempre. Y el alado, confuso, volverá a replegarse sobre sí mismo. Ella volverá a llorar, y él, de su pequeño bandoneón, arrancará la música más triste del mundo. Y todavía serán las diez... Y la vida seguirá pasando para los tres. El ángel, siempre ocupado en esconder las alas que le delatan, acabará convirtiéndose en humano. El hombre seguirá siempre acariciando su instrumento, creando música del aire... Y ella... Ella morirá reposando sus ojos en la niebla que un día la envolvió en el viejo andén de una estación

9 comentarios:

  1. Un poco de comentario de texto, que tampoco viene mal para desoxidarse...

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  2. Juer... acabas de evocarme a Seve poniéndome un "unico" (sin tilde)

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  3. JAJAJA pero ya estaba yo para chivarte, boba..

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  4. Daba igual, Nuria. Aunque te chivase García Márquez apoyado por Vargas Llosa mientras recitabas de corrido las obras completas de Lope de Vega... si Seve decía que te ponía un "unico", la cosa era irremediable

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  5. Anda que bandoneones......A ver Nuria que me aclare....esto ¿lo has escrio tu?....lo destripamos?....hasta que no sepa el origen......no comento

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  6. Es mío y sólo mío... mi tesoro... jajaja, es una cosilla que tenía por ahí. Haced de ella lo que queráis. Toda vuestra

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  7. Aaaamos!!! Reivindiquemos los bandoneones, las almóndigas, los tupermanes, la bayonesa y el estar delgados como los de "la Bafria". Aaaamossssss!!! Con un par!

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  8. Ahora que se que es tuyo lo leo de otra manera...me ha gustado mucho....Creo que sé lo que le pasa a "la rubia"
    Me voy a a cama ....seguire destripando.....

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