domingo, 19 de febrero de 2012

Pesetas, caballos, manzanas... (Monólogos para la reflexión)



Pesetas, caballos, manzanas, pesetas, caballos, manzanas, pesetas, caballos, manzanas...
¿Lo ve, doctor? Eso fue lo que me pidió la semana pasada que recordara, y no se me ha olvidado ni una palabra. Ya le dije que yo de cabeza no estoy mal, lo que estoy es vieja, eso no lo puedo negar, que son ya noventa y tres años los que llevo arrastrando estos dichosos huesos que ya apenas me sujetan y me tienen en un puro ay.  Y por eso mis hijas me quieren meter en la residencia de ancianos, bueno, antes le decíamos el asilo, pero hoy parece que está mal visto, por que yo ya no valgo para nada. Y yo entiendo que ellas están un poco mal de dinero y les vendría muy bien cobrar ahora la herencia, porque se han metido a comprar unas casas con jardín, que a mí me parecen demasiado grandes, pero ustedes los jóvenes son así, que va a saber una pobre vieja ¿verdad? A mí no me importa, doctor, se lo prometo por la memoria de mi difunto marido, Dios lo tenga en su gloria. A mi no me importa darles el dinero y la casa, y las tierras de mi madre y todo lo que tengo, que al fin y al cabo lo ganamos Ramón y yo para ellas ¿para quién si no?, yo no quiero ser la más rica del cementerio, de verdad que no, pero me reconcome las entrañas que no me lo pidan y anden con triquiñuelas para arrancarme lo que yo ya les he dado hace mucho tiempo...
Que yo lo veo todo, doctor, y las oigo hablar por teléfono y cuchichear a mis espaldas y aunque a veces dicen palabras que yo no entiendo, hay otras que sí sé lo que significan. Y sí sé lo que quiere decir incapacitación. Quiere decir que le van a decir a un juez que estoy loca, o demasiado mayor para administrar lo que es mío. ¡Ay, la vida! Y yo ya le digo, me hago la sorda y me dejo llevar cada seis meses a casa de una y de otra, y si me mandan recoger a los niños del colegio, pues los recojo, que para eso son sangre de mi sangre y si hay que cocinar pues les cocino y aunque este dolor de huesos me está matando y ¡mire usted como tengo las manos, mire, como sarmientos!, pues si tengo que pasar la aspiradora, la paso y si tengo que pasear al perro, lo paseo, que a mi nunca se me han caído los anillos por trabajar, no señor. Como mulas trabajamos Ramón y yo, bien lo sabe Dios, para sacar adelante a la familia, para que a nuestras niñas no les faltase de nada. Ramón era sacamuelas, ¿sabe? Ahora ustedes les llaman dentistas y tienen otra preparación y otros medios, pero mi marido y yo íbamos de pueblo en pueblo con un carromato que le compramos a un feriante y dos burros que nos daban calor por las noches. A tres reales cobrábamos la pieza y fueron muchas horas de caminos, de polvo y de frío. Y muchas horas de limpiar sangre ajena y aguantar los malos alientos de los paisanos, sujetando la bacinilla que yo les ponía debajo para recoger las babas y los insultos, que también había insultos, no se vaya a creer. Y más de uno y más de dos se nos fueron sin pagar y de malos modos, pero mi Ramón, que era un alma cándida siempre me decía: No te preocupes, María, mujer, ya vendrán otros que paguen y mientras tengamos trabajo nada nos faltará. Luego las piezas que estaban más sanas nos las compraba un joyero de la capital, ya ve usted que aficiones más raras las de los ricos. Y cuando la tripa me reventaba con mis dos hijas, que el Señor me las mandó a las dos a la vez para ahorrarme dolores, allí seguía yo sujetando bacinillas y limpiando babas y tirando del alicate si hacía falta. Y allí las parí, ayudada nada más que por mis riñones y las manos de mi marido, que le digo yo que si hubiera vivido, habría llegado a ser un buen médico como usted, doctor.
Y a las niñas nunca les faltó de nada, oiga, que comida caliente siempre hubo, hasta en los peores momentos y aunque me tuviera que dejar la vista en las candelas cosiendo, las llevaba como pinceles a las dos, parece que las estoy viendo, siempre igualitas, como dos primores, que ni una gotita de mugre me las manchó nunca…
Luego llegó el momento de mandarlas a la escuela y con unos ahorrillos que habíamos juntado y lo que nos dieron por la venta de los burros y de los aperos del oficio, pudimos venirnos a la capital y comprarnos una casita. A Ramón lo colocó un primo de portero en una finca y yo ayudaba con lo que podía, planchando por las casas. Y así nos fuimos haciendo un capitalito y pudimos casar a las niñas y darles una buena boda, como ellas se merecían. Y hasta un televisor nos compramos, no sabe usted la ilusión que nos hizo... que ustedes ahora tienen de todo, pero antes... Y lo estrenamos el día que llegó el hombre a la luna, bueno, si es que eso es verdad, porque yo... mucho, mucho no me lo creo. Pero Ramón que era un bendito se puso hasta el traje de los domingos, por si acaso nos podían ver los astronautas... Ya ve usted, que ideas, este hombre... Y allí se me quedó el pobre, ni siquiera le dio tiempo a verlo. Muerto como un pajarito. Agarrado a mi mano se quedó y a mí no me hizo falta mirarlo, pues ya hacía meses que barruntaba que estaba enfermo, con esas toses que tenía por las mañanas que se dejaba el alma... Con mis manos lo amortajé, doctor y no me hizo falta llamar a nadie para cerrarle los ojos y solitos nos quedamos los dos hasta que amaneció y ya llamé a las niñas y... ¡Bueno! ¡Pero que tonta! ¿Lo ve? Al final van a tener razón mis niñas. Yo ya no soy más que una vieja loca, he venido aquí a que me cure usted y ni siquiera le he dejado hablar. Me pongo a contar historietas de vieja y se me va el santo al cielo.
Ya me voy, doctor, no le entretengo a usted más, que bastante he hablado ya. Dígale a mis niñas que no se preocupen, que su madre les da todo lo que ellas quieran, que firmo donde haya que firmar y que si es necesario decir que estoy loca, pues que lo digan, que a mi ya no me importa... Pero dígales también que me lo pregunten, doctor, que hablen conmigo, me encuentro tan sola... A lo mejor es buena idea lo del asilo, me imagino que allí habrá más viejas chochas como yo, que les guste pegar la hebra. Adiós y gracias doctor, me ha hecho mucho bien contarle mis cosas, hacía tanto tiempo que no hablaba de Ramón que casi se me había olvidado su cara. Buenas tardes. Ah, y no se preocupe, no me olvido: pesetas, caballos, manzanas, pesetas, caballos, manzanas...

Oleo de Nacho Puerto

10 comentarios:

  1. Y digales tambien, doctor, que existen dos tipos de personas: los que se sienten solos y los que todavia no.

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  2. revuelta , no solo por tu monólogo.....también por lo que ha rematado Pulpopol

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  3. Imagino que se habrá quedado muy satisfecha al robar este relato ganador de un certamen literario.

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  4. Imagino que se habrá quedado muy satisfecha al robar este relato ganador de un certamen literario.

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    1. Le rogaría por favor que me dijera quién y cuando ha ganado este relato un certamen literario puesto que emprendería acciones judiciales contra la persona que lo ha usurpado. Puede ponerse en contacto conmigo a través de este blog o a través del correo perezmezquita@gmail.com. Muchas gracias de nuevo

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  5. Estimada Fátima, este relato es de mi autoría, lo puedo demostrar delante de un juez o de quien haga falta. En realidad no es un relato sino parte de una serie de monólogos de teatro. Si ha ganado un certamen literario será porque alguien me lo ha robado a mi, puesto que yo lo he puesto en Internet con total libertad. Gracias por hacérmelo saber

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  6. La propiedad intelectual, como usted parece saber, es algo que se debe respetar y hacer respetar. Le queda muy agradecida por la información ya que sin duda emprenderé acciones judiciales contra quien me lo haya robado

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  7. Este texto ha sido creado por Nuria Pérez mezquita. Y pertenece a un grupo de monólogos escritos por ella

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